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31 de diciembre



Muchas veces dejamos en el derrotero sueños o anhelos, y simplemente no los ejecutamos por miedo, temor o zozobra. Aún de jóvenes, nos limitamos por prejuicios absurdos y sin sentido.


Los años van transcurriendo, al igual que la vida, por momentos únicos e irrepetibles que no van a volver y que, sin saberlo, dejamos pasar porque creemos que no son correctos, acertados o precisos.


Solemos tener miedo de ir en contra de nuestros ideales o de lo que nos hace felices realmente, solo porque parece no estar bien o porque queremos encajar en una sociedad en la que prima el qué dirán.


Pero no siempre lo que parece estar bien es lo correcto.


Quizá el mundo es así y por eso la gente ha perdido la fe en otros, porque puede más el orgullo, el ensimismamiento y el narcisismo. Si pensáramos en hacer lo que sentimos que debe ser, debemos hacerlo, porque quizá más adelante los tiempos cambien y no dependa de cada uno de nosotros decidir lo que queremos en nuestras vidas.


Hay que enviar ese mensaje que queremos o esperamos y que nos da miedo, hay que robar ese beso de quien nos hace sentir especiales, hay que dedicar esa canción que nos gusta.


Hay que viajar, conocernos, querernos, sentirnos. Hay que desempolvar el libro y volver a la magia de la literatura, a imaginar, a vivir en mundos impensados e inesperados; simplemente dejarnos llevar.


Hay que ir al cine, al café, al restaurante, al trabajo, a la galería, al motel, a caminar, por ahí, solos, acompañados; hay que ir. Hay que creer en las personas, en sus virtudes, en su magia, en su amor; hay que enamorarse.


Hay que luchar por ese sueño que nos desvela, hacer hasta lo imposible por cumplirlo, que nos haga sentir vivos y encaminados. Hay que decir que sí, arriesgarse así la probabilidad sea menor; nada como atreverse y que salga bien.


Hay que volver a ser románticos, cariñosos, tiernos, amorosos, pacientes, seguros, decididos. Ahí afuera, en el mundo, todavía hay personas que valen la pena, eso es seguro.


Todo inicia de una manera y termina de otra, en el camino pierdes personas que amas y llegan otras inesperadas cuando menos lo esperas. Nunca se sabe cuándo sea nuestro turno, quizá la muerte esté a la vuelta de la esquina o inclusive en el umbral de la puerta de nuestra casa o habitación esperando a entrar sin ser invitada.


La vida es muy corta como para dejar pasar lo que realmente soñamos, amamos y anhelamos.


Es ahora o nunca, ¿no?

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