(Des)enamórate de un escritor
- David Felipe Arévalo
- 25 abr 2020
- 3 Min. de lectura

Dicen que si te enamoras de un escritor nunca morirás. No.
Realmente nunca morirás si el escritor es quien se enamora de ti.
No todo en la vida puede ser recíproco.
Por más que quiera e intente no te dejará ir.
Procurará relatarte en diferentes vidas y situaciones.
Su musa serás.
O la puta que sus poemas robará.
Pero hay otro gran problema, si te enamoras de un escritor podrías sufrir.
Quizá su naturaleza de hombre solitario e independiente te lastime.
Necesitará espacio consigo mismo, la obra no se escribe sola.
La escritura y la lectura serán su pan de cada día.
Creo que es ley, para ser escritor habrá que haber sufrido al menos un poco en la vida.
Los sentimientos o la carencia de ellos son el combustible para hacerlos andar.
Se refugian en la escritura para intentar sanar.
Como puede que lo que digo sea una mierda más.
El problema de enamorarse de un escritor es que tendrás que saber que no serás su única prioridad.
Tendrás que soportar que se desvele frente a la máquina o la computadora.
Se volverá un adicto al café, como mínimo.
En medio de la noche despertará a escribir porque una fascinante idea le perturbó la mente.
O seguramente no hará contigo muchos planes, sus estrictos horarios no se lo permitirán.
O, cuando necesite inspiración, preferirá buscarla en su interior, cuando salga solo a caminar, fumar o por un par de copas que tomar en busca de cordura, sensatez y serenidad.
Un escritor necesita ir por las historias que hace suyas.
O por sus historias que hace de otros.
Muchas van y vienen a él en ráfagas vehementes e intermitentes.
Eso sí, no permitirá que cuestiones su obra, sus escritos, sus cosmogonías.
Son, al fin y al cabo, su materia prima.
Nunca deberás decirle lo que está bien o mal.
Él mismo sabrá qué es oportuno y qué no.
Aunque no te niego que podría escribir sobre ti.
¿Quién no quiere leer algo sobre sí?
La curiosidad te haría ir más allá.
Quizá tu nombre esté en alguno que otro poema o fragmento.
Quizá podrás inspirarle algo más.
Pero querida, al final, necesitará escribir sobre alguien más.
El problema realmente viene cuando le rompes el corazón a un escritor.
¡Carajo! Ahí la cosa se complica un poco más de lo habitual.
Cargarás en la conciencia que tu esencia estará en su dolor.
Porque a él, ya le quitaste gran parte de su ilusión.
Posiblemente no se vuelva a enamorar y empezará a llevar una vida marginal.
Comprenderá el verdadero valor de la enemistad.
Al inicio, en el nudo o en el desenlace, todos se enajenan un poco más.
La condición natural del escritor no es el amor, es la locura en estado terminal.
Mira a Bukowski, todo un hijo de puta. Sumido en el lenguaje soez que tanto nos gusta.
¿Quién no quiere ser como él? Vivir entre alcohol, vicios y sexo, mucho sexo.
O mira el caso Virginia Woolf. Un talento bipolar, depresivo y suicida. ¿Le importó su marido antes de ahogarse en el río?
¿Y qué decir del viejo Hemingway? Inestabilidad emocional como premisa que lo llevó a dispararse hasta la muerte.
¿Y cuántos más no se volvieron locos por la obra?
Pero claro, el escritor te relatará su vida.
Te hablará de grandes obras y dignas biografías.
Te llevará a cenar en buenos restaurantes.
Te hará el amor con frenesí y complacencia.
Te sorprenderá con flores.
No dudará en decirte la verdad.
Su pilar será la sinceridad.
No te celará.
Te dará tu propia libertad.
Sin embargo, nunca sabrás el valor que tiene lo que él escribirá. Es el secreto del escritor. Es como un mago, y los magos jamás revelan sus trucos.
Pero algo tienen que se debe rescatar, en medio de su autonomía, egoísmo y libertad, le dan al mundo lo que nadie más. La infinita capacidad de volar.
Muy interesante tu escrito. Sin embargo, algo aturde mi cabeza al leer que Virginia Woolf no le importó su marido al suicidarse y es que, de por si, esa decisión es muy personal y autónoma. Muy seguramente, ella amaba a su marido, así como se lo hizo saber a través de sus letras en la carta que le dejó antes de irse al río. Aunque, debo confesar que es cierto, el hecho de que nunca se comprenderá al escritor, precisamente por afirmaciones que se dejan pasar por una vista general, sin especificar, ni enfocarse en aquellos grandes detalles, como el hecho de padecer una enfermedad mental (como es el caso de Virginia Woolf).
Es una sincera y llana opinión.