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Capricho


Cada despedida era una forma de quedarme,

un pretexto, un viejo truco; un capricho absurdo.

Que al final, nunca terminaba por funcionar.

En definitiva, el adiós era vano y funesto.


Era una forma de decirte que no te olvidé.

Una forma de decirte que te esperé.

La manera ideal de darme cuenta,

que eres la utopía que nunca más viviré.


Y si te he dicho todas las palabras; bastan.

Y si te he dicho todas las palabras; sobran.

Y si me falta decirte una, la última,

que sea adiós.


Pero que algo te quede claro, el honor de haber sido el primero nadie me lo quita jamás.


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