top of page

Té en tres tiempos


I


El reloj en la pared marcaba las tres y treinta y tres.


El calendario, el tercer día del tercer mes.


Fumé y de bebida caliente decidí tomar un café.


Me disponía a leer «Los 33», cuando su figura observé.



No bastó más realmente.


Inmediatamente, sin pensarlo y sin querer, me enamoré.


Durante varias semanas la observé, siempre tres mil veces a la vez.


Todo me fascinaba, desde sus movimientos hasta su tez.



Un día tomé valor y le hablé.


Me acerqué y sin pensarlo mucho más me presenté.


Fue el momento justo. A su lado me senté.


Lo primero que se me ocurrió fue invitarla a tomar un té.



En el ambiente del lugar sonaba té para tres.


Más preciso no pudo ser.


Volvimos a coincidir varias veces más, aproximadamente ciento treinta y tres.


Aunque a la trigésima ya me amaba también.



II


A mi apartamento te invité.


Entre suspiros y jadeos te besé.


Tu cuerpo desnudo sobre mi cama reposaste.


Mientras cada prenda te quité.



Te toqué y me dejaste.


Tus labios probé y gozaste.


Las piernas te abrí y me lo permitiste.


Y vehemente te acomodaste y me posaste.



No dudaste y me acariciaste; cálida y plácidamente.


Te lamí y nunca lo reprochaste. Te alegraste.


Te hice mía y aceptaste, pediste, insistentemente, que volviera a reiterarse.


Fumaste y compartiste conmigo aquel cilindro acanelado.



A la mañana siguiente despertaste,


y el amor volvimos a hacer.


El desayuno a la cama te llevé,


y más tarde en la ducha follamos otra vez.



III


Como en la tarde te tuve en la noche te perdí.


Entonces en la mesa solo me tocó sentarme.


Por años te esperé y el umbral nunca cruzaste.


Aunque guardaba la esperanza, siempre tomando un té.



Quizás tenga el valor de levantarme,


y mirarte como la primera vez.


Pero algo dentro de mí nunca más volvería a ser.


Sin embargo, un escrito te dejé.



Te amo porque sí.


Te pienso porque así me enseñaste.


Te invitaría esta vez a un mate.


Posiblemente cuando el reloj marque dos veces tres.



Te deseo, tan sencillo como eso,


tan complicado como tenerte a mi lado.


Te esperé hasta que no te decidiste a venir,


hasta que no te decidiste por mí.



IV


Rápidamente me enamoraste.


En lo más profundo de mi alma y de mi mente te alojaste.


Pero luego, vagabundamente te alejaste.


Supongo que me marcaste y me fallaste.



Te apagaste y me apagaste.


Nunca te aferraste.


Huiste y te escondiste.


La cagaste.



Ágilmente me apuñalaste,


el desprecio lentamente me clavaste.


Esa misma tarde me mataste,


y ni siquiera me tocaste.



Entendí entonces que estamos destinados; a no tenernos, a no ser.


Con otro deberás abrazarte, besarte, amarte, cogerte, sentirte y consolarte.


Ya que yo te esperé,


pero nunca te sentaste a mi lado otra vez.



Ojalá tuviéramos la oportunidad de tomar otro té.


Para poder ver en tus ojos cafés;


la paz, la fe y todo a la vez.


Y en tu cuerpo y caricias, el placer.



Ahora me toca amarte,


cada tarde a la hora del té


y mientras lo termino,


te amaré también.



El té me recuerda a ti.


Iré uno a prepararme,


y de paso a unos versos crearme


porque nunca pude dejar de escribirte.



V


Mientras no estés, arte y té te haré.


Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page